lunes, 27 de febrero de 2012

1003 - PEREDNIK - PRIORIDAD EN LA ONU A PAÍSES DEMOCRÁTICOS


LA NECESIDAD DE UNA ONUD

Por GUSTAVO D. PEREDNIK

Una buena parte de la gente parece haberse resignado a las escenas más extravagantes de la política internacional, tales como que regímenes retrógrados y antidemocráticos, agrupados en la Liga Árabe, monitoreen en Siria el respeto a los derechos humanos que son sistemáticamente violados en sus propios países.

Con todo, dicha hipocresía marca un modesto progreso.

Hasta ahora, los peores sistemas políticos evitaban corregir los males que postran a sus pueblos por medio de desviar la atención contra Israel. La mejora de estos días consiste en que el desvío se orienta temporariamente hacia Damasco y no a Jerusalem.

Pero los dictadores árabes siguen arrogándose el rol de acusadores, y dejan siempre impunes las pavorosas violaciones a los derechos humanos que perpetran diariamente.

También se acepta con naturalidad que las Naciones Unidas apenas logren una censura simbólica contra el fascismo sirio, que a lo largo de sólo un año asesinó a mansalva a seis mil civiles inermes.

La ONU fue creada por los 26 vencedores del nazismo, y por ello era esperable del organismo una actitud de simpatía para con el Estado creado por las más sufridas de sus víctimas.

Se trataba de una expectativa natural: que la ONU fuera sensible frente a la acechanza de la judeofobia.
Natural, y frustrada. La ONU no sólo condena muy raramente la judeofobia, sino que en el pasado llegó a hacer un paria del "judío de entre los países", contra el que disparó la mayor parte de sus condenas.

La ONU no se ve perturbada por la membresía del régimen de los ayatolás, que debería haber sido expeditamente cancelada debido a las persistentes bravatas iraníes de destruir a uno de los Estados miembros de la comunidad internacional.

Tampoco mueve la ONU un dedo contra la campaña judeofóbica del régimen de Chávez en Venezuela, que ha transformado las elecciones que se llevarán a cabo en octubre en una “guerra del pueblo venezolano contra el sionismo internacional”, y ello con la excusa de la ascendencia judía del candidato opositor.

Aunque debemos señalar que la tara antijudía de la ONU viene reculando en los últimos años, no deja de frustrar la exasperante lentitud de dicha cura.

En el pasado, la ONU no incluyó una reprobación de la judeofobia ni siquiera en su Declaración de los Derechos Humanos, debido a que en 1965 los delegados soviéticos se opusieron a dicha inclusión y propusieron, en su lugar, que el texto denunciara como crímenes raciales "el sionismo, el nazismo y el neonazismo" (en ese orden).

Ese mismo año en Al-Fatah comenzó sus prácticas terroristas, sin "territorios ocupados" que le sirvieran de excusa y sin amonestación alguna por parte de la ONU.

La recomendación de la Asamblea General (29-11-47) de dividir Palestina Occidental en un Estado judío y uno árabe (nadie siquiera hablaba de un Estado “palestino” hace unas décadas) fue alentadora. Aunque no se concretó debido al rechazo bélico de los regímenes árabes, se trató de un acto de justicia que reconoció el derecho histórico y moral de los judíos a un Estado en estas tierras.

También es cierto que la mediación del secretario general Ralph Bunche posibilitó los armisticios después de la Guerra de Independencia de Israel (1948-49). Sin embargo, aquellas primeras medidas agotaron su acción positiva y fue imponiéndose una mayoría violenta que reclutaba en bloque votos árabes, tercermundistas, comunistas e islámicos; y, en kafkiano escenario, la ONU terminó siendo una herramienta para intentar destruir a uno de sus Estados.

Dos eventos de hace casi cuatro décadas llevaron esa función a su nadir. El primero fue el otorgamiento del estatus de observador permanente a la OLP, por entonces desembozadamente terrorista, acompañado por la
resolución 3237, que postula el "derecho palestino a la autodeterminación, independencia nacional y soberanía sobre Palestina" sin siquiera aludir a la existencia del pueblo hebreo, que la habita por sólo algunos pocos milenios.

El segundo, bajo la incalificable presidencia de un ex criminal de guerra nazi como fuera Kurt Waldheim, fue la
declaración 3379, que equiparó el sionismo con el racismo, y cuya estela fueron cruentos atentados que la festejaron con sangre de inocentes.

Cabe recordar que casi todos los votos a favor de aquella infamia fueron emitidos por los representantes de jeques y dictadores, y los votos en contra por los de las democracias, a la sazón en triste minoría.

Entre los valientes discursos que se pronunciaron en defensa del vapuleado pueblo judío –que felizmente incluyeron entonces tanto a los delegados europeos como a los americanos– brilló con luz propia el del sacerdote costarricense Benjamín Núñez, quien dedicó su vida a la reconciliación entre la cristiandad y el pueblo judío.

Núñez fue rara avis en la ONU, un ámbito en el que se reprendía la violación del espacio aéreo ugandés para rescatar a los rehenes en Entebe (1976) pero no el lanzamiento de misiles iraquíes sobre Tel Aviv (1991).

Incluso el máximo acuerdo de paz para la región, el firmado entre Israel y Egipto en Camp David (1979), fue condenado por la ONU, cuyo artículo primero declara que sus objetivos son “mantener la paz y desarrollar relaciones amistosas entre los países”.

Cada Asamblea General anual engendraba más de 30 resoluciones antiisraelíes, y comités especiales se dedicaron al "problema palestino", el único pueblo del mundo cuya explícita y exclusiva defensa ha merecido la creación de organismos de la ONU.

En los últimos lustros algunas luces parecen alumbrar el oscuro sendero de la ONU en lo que respecta a Israel. Pero la organización requiere de una profunda metamorfosis aún huidiza.

La ONU exhibe una supina impotencia cuando debe enfrentar la agresión islamista actual, y la organización continúa trabada por la índole no democrática de una buena parte de sus miembros.

Curiosamente, en la ONU no tiene importancia si el Estado en ella representado es una pujante democracia o una tiranía medieval. El delegado del pueblo danés dialoga de igual a igual con el del delirante autócrata de Corea del Norte, y el de los canadienses está en el mismo nivel que quienes representan a la familia Saúd.

Hace falta una animosa agrupación de Estados Democráticos que bregue por limitar en la ONU los beneficios que tienen delegados de nadie que en vez de representar a sus pueblos son portavoces de castas que han secuestrado violentamente a su población.

La ONU podría estimular la marcha mundial hacia la democracia si predicara con el ejemplo y diera prioridad a sus miembros democráticos. Después de todo, es imposible que la plataforma de "paz, derechos humanos, justicia, progreso social, tolerancia y unidad" sea cumplida por regímenes que no intentan siquiera aplicarla en sus propios países.

Vivimos la coyuntura propicia para la ONUD, ahora que las peores tiranías del mundo o bien ya no están (URSS, Sadam, Khadafi, Arafat) o bien se hallan en retirada como Assad.


FUENTE: JAI.COM.UY-PEREDNIK-ONUD-21/02/12


¡Gracias Andrés!

COMENTARIO:

La ONU no sólo es injusta y parcial sino inoperante en casos en que debería actuar con celeridad para que su existencia estuviera justificada. No obstante, esa falta de ejecutividad ha sido conveniente cuando sistemáticamente emitió resoluciones contra el único estado democrático de Medio Oriente, Israel. En ese sentido para algo sirve que sólo emita Resoluciones que no tienen más que un efecto propagandístico.

Este artículo era más que necesario imprescindible, no faltan argumentos, aunque la implementación de una ONUD sea una materia pendiente para la creación de una organización de estados democráticos. El desafío es cómo crearla, quiénes tienen derecho a formar parte de ella y cómo hacerla ejecutiva.

No debería ser tan difícil si se tuviera en cuenta la Declaración de Derechos Humanos (con o sin Rusia), a mi juicio, la verdadera Revolución del Siglo XX. En este
corto texto está la esencia de un mundo más justo donde se proteja al débil y, partiendo de sus objetivos, se combata al cruel. Vale la pena leerla para darse cuenta que el Concepto de Derechos Humanos es universal y quien no los respeta no puede tener voz y voto en las resoluciones y acciones que un organismo internacional deba tomar.

El punto esencial es que debe haber una ley universal, donde todos tenemos los mismos derechos y responsabilidades. ¿Qué la hace universal? El respeto a cada persona en su individualidad, su protección inmediata allí donde esos derechos sean conculcados. Cada vida es un mundo, hemos llegado a acostumbrarnos a que si mueren 100 empezamos a preocupamos pero si es uno sólo no lo tenemos en cuenta. Estamos aceptando verdaderos disparates bajo el manto "sagrado" de la diversidad cultural, como si por ella se tuviera el derecho de matar al diferente. Un análisis detallado y objetivo pondría al descubierto a muchos países que integran la ONU.

Nada más fácil de determinar cómo debería ser la ONUD, ni más difícil para poder crearla para un mundo que se rige más por intereses que por cualquier otra cosa.

En la foto, Ahmadinejad hablando en la ONU; el mismo que mata y encarcela a sus opositores y que amenaza en toda oportunidad la intención de borrar a otro del mapa; pero ambos países integran la ONU. Es una incoherencia que no admite explicación alguna. Lo estamos viendo ahora, ¿cómo es posible que la ONU no intervenga en Siria después de UN AÑO DE ATROCIDADES; que no haya castigado los misilazos de Gaza sobre Israel; que no pueda detener a Al Bashir aunque la Corte Penal Internacional ha emitido una
orden de arresto en su contra? No haberlo detenido es abrir la puerta para el próximo enfrentamiento entre Sudán del Sur y del Norte.

Si queremos un mundo más justo, una ONUD es imprescindible y debe tener capacidad para actuar inmediatamente ante cualquier reclamo comprobable. Los "buenos" serían más buenos y los "malos" castigados por la comunidad internacional. Vulgarmente dicho: juntos pero no revueltos.

ANA



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